No es nuestra intención fijar nuestra posición ante la política de los Estados Unidos en materia de derecho internacional, pero si concuerdo con los que plantean que la ruta del Caribe y la posición geográfica de las islas adyacentes, eran un objetivo fundamental de los Estados Unidos de cara a los acontecimientos del panorama bélico mundial. La ocupación de Haití en 1915 la situación en la Republica Dominicana y en la medida en que el gobierno de Juan Isidro Jiménez no aceptó, las exigencias del gobierno norteamericano, indudablemente ya se iban sentando las premisas para la ocupación militar. Lo que faltaba era esperar la situación conveniente y el pretexto necesario.
Tan pronto se produjo la rebelión del general Desiderio Arias, ministro de la guerra, y la simpatía y solidaridad con sus propósitos en la mayoría de los cuerpos legislativos del país, se presentó la situación esperada, y el gobierno norteamericano procedió a desembarcar los primeros contingentes de la infantería de marina con el pretexto de proteger la Legación norteamericana y posteriormente el orden constitucional representativo por la autoridad del presidente Jiménez. A este último se le creaba tal situación que, en vez de acogerse al apoyo norteamericano, prefirió dignamente renunciar a su puesto, acentuando la crisis de poder.
Por su parte el general Desiderio Arias imposibilitado de defender la ciudad se replegó a Santiago y otros puntos del Cibao con la intención de hacerse fuerte y resistir el avance norteamericano.
Pero poco después se produjo el desembarco simultáneo de contingentes de la infantería de marina por las ciudades de Montecristi y Puerto Plata que, tras algunos combates con las fuerzas dominicanas. El principal de ellos fue escenificado en La Barranquita, linea noroeste bajo la dirección el desiderista Carlitos Daniel, en el cual perecieron más de 20 integrantes de la fuerza dominicana, entre ellos el capitan Maximo Cabral.
Con la toma del Cibao y de la ciudad de Santo Domingo ya las fuerzas norteamericanas controlaban lo fundamental de territorio y de la población del país.
Coincidimos también que para entender la ocupación militar norteamericana no solamente debe hacerse referencia al escenario político local. Sino también hay que considerar los elementos conyunturales que se dieron alrededor de la Primera Guerra Mundial. Por supuesto que estos elementos fueron aprovechados para fijar definitivamente un proyecto que estaba esbozado desde mucho antes y para definir un esquema de dominación absoluta sobre nuestra sociedad.
Entre tanto, el poder legislativo del país designó un gobierno provisional bajo la presidencia del Dr. Francisco Henríquez y Carvajal trigésimo segundo presidente a la sazón residente en Cuba y quien regresó rápidamente, para ocupar la presidencia el 31 de julio de 1916, Dicho gobierno se concibió como punto de consenso de las diversas fracciones políticas en torno a una personalidad de prestigio y que se consideraba abiertamente neutral en relación a las pugnas por el poder entre las fracciones caudillistas.
Se tenía como objetivo evitar la pérdida de la soberanía dominicana y llegar a un entendido que posibilitara el reembarque de las fuerzas de la infantería de marina.
Lejos estaba de los intereses y de los planes de la administración norteamericana. el objetivo de la intervención era el establecimiento del gobierno militar norteamericano cuyo plan tenía por finalidad modificar las modalidades de existencia del Estado dominicano. Se trataba de erradicar las prácticas que impedían la normalización definitiva de la vida del país y la implementación por parte del Estado de las medidas políticas y de las obras públicas necesarias para posibilitar la expansión del poderío económico norteamericano en nuestro país; al mismo tiempo, la reforma de los mecanismos de existencia del Estado tenía por objeto garantizar la continuidad indefinida de dicho esquema de dominación. Una de las primeras medidas del gobierno de la infantería de marina la constituyó la disolución de todas las fuerzas regulares del ejército dominicano, siendo sustituidas por las fuerzas interventoras de la infantería de marina que asumieron todas las funciones de defensa y de garantía del orden público. Teniendo en cuenta el papel estratégico del ejército, este era un aspecto fundamental en la desarticulación del Estado dominicano tradicional.
Paralelamente se decretó el desarme general de la población, para lo cual se ordenó que todos los civiles entregaran sus armas de fuego a las autoridades norteamericanas, persiguiéndose activamente aquellos que se negaban. Esta medida era de mucha importancia porque erradicaba la posibilidad de brotes caudillistas, que estaba muy asociada al hecho de que grandes porciones de la población dominicana tenían en su poder armas de todo tipo.
De acuerdo a datos de la propia infantería de marina, se confiscaron 9,337 fusiles, 25,760 revólveres y otras armas. En lo adelante el pueblo dominicano quedaba a la merced completa de las disposiciones políticas y económicas de la administración norteamericana, en tanto se reducían sustancialmente las posibilidades de resistencia armada.
En ese limbo político y con una paralización de la tradicionales herramientas de desempeño de la sociedad dominicana, sorprende la llegada del Memphis atracando frente a la ciudad a poca distancia de las ruinas del fuerte San Gil como una señal inequívoca de las verdaderas intenciones de las fuerzas interventoras.
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